Érase una vez un erizo pequeñito que fue de vacaciones con su familia a la playa. Era agosto y hacía mucho mucho calor. Todos juntos se bañaron en el mar, chapotearon, jugaron a la pelota y se divirtieron mucho.
Poco a poco fueron pasando las vacaciones y los erizos volvieron a casa. En unas pocas semanas empezó a hacer frío y lo erizos pasaban los días metidos en sus casas, acostados con sus mantas y tiritando.
¡Es muy complicado dormir con tanto frío!-dijo uno de ellos- ¿Por qué no dormimos todos juntitos y acurrucados?-siguió. A todos les pareció muy buena idea y todos los erizos pequeñines durmieron en un mismo sitio pegado los unos a los otros.
-¡Uy, ay! Pero… ¡Ay! Por favor… Ten cuidado… Era imposible dormir así. Los pequeños erizos se clavaban sus púas y casi era preferible pasar frío.
-¿Qué podemos hacer?- dijo uno de ellos-.Podemos preguntarle a los mayores que seguro que saben la respuesta.
Eso hicieron. Todos y cada uno de ellos, en fila india, fueron muy despacito casi sin hacer ruido a casa del erizo más mayor de todos, el gran sabio. Le preguntaron que qué es lo que ocurría. El abuelo sabio echó una gran risotada y les dijo:
- Mis pequeños e inocentes críos. Si os pincháis con vuestras púas es porque aún no habéis aprendido a reconocer que las tenéis y a controlarlas. Para que esas púas no hagan daño a los demás debéis reconocer a cada una de ellas, enseñárselas a los demás y pensar con toda la fuerza que podáis que no vais a volver a pinchar a nadie.
Dicho esto, los erizos fueron contentos a sus casas y a partir de este día nunca más volvieron a pasar frío pues reconocieron sus púas y nunca más se pincharon.
Poco a poco fueron pasando las vacaciones y los erizos volvieron a casa. En unas pocas semanas empezó a hacer frío y lo erizos pasaban los días metidos en sus casas, acostados con sus mantas y tiritando.
¡Es muy complicado dormir con tanto frío!-dijo uno de ellos- ¿Por qué no dormimos todos juntitos y acurrucados?-siguió. A todos les pareció muy buena idea y todos los erizos pequeñines durmieron en un mismo sitio pegado los unos a los otros.
-¡Uy, ay! Pero… ¡Ay! Por favor… Ten cuidado… Era imposible dormir así. Los pequeños erizos se clavaban sus púas y casi era preferible pasar frío.
-¿Qué podemos hacer?- dijo uno de ellos-.Podemos preguntarle a los mayores que seguro que saben la respuesta.
Eso hicieron. Todos y cada uno de ellos, en fila india, fueron muy despacito casi sin hacer ruido a casa del erizo más mayor de todos, el gran sabio. Le preguntaron que qué es lo que ocurría. El abuelo sabio echó una gran risotada y les dijo:
- Mis pequeños e inocentes críos. Si os pincháis con vuestras púas es porque aún no habéis aprendido a reconocer que las tenéis y a controlarlas. Para que esas púas no hagan daño a los demás debéis reconocer a cada una de ellas, enseñárselas a los demás y pensar con toda la fuerza que podáis que no vais a volver a pinchar a nadie.
Dicho esto, los erizos fueron contentos a sus casas y a partir de este día nunca más volvieron a pasar frío pues reconocieron sus púas y nunca más se pincharon.
Ve hacia el espejo más cercano y mírate en él. ¿Qué ves? Todos somos erizos por la condición de ser humanos, así que, ¿ves tus púas?, ¿las reconoces?
Dicen que un primer paso es el de reconocer... Reconoce que eres ser humano, ser imperfecto, ser que comete errores, ser con púas...
Ahora mira a tu alrededor. ¿Ves las púas de los demás?
Una rosa tiene espinas; sólo hay que saber tratar con ella para no pincharte, pues ella, no desea hacerlo...
Tú tienes púas. Conviértete en rosa. No luches por la perfección, pero sí por saber convivir junto a la imperfección...
Pues no hay mayor virtud que la del perdón y ser perdonados... No hay mayor virtud que la de saber convivir con los defectos de los demás y los nuestros...
Dicen que un primer paso es el de reconocer... Reconoce que eres ser humano, ser imperfecto, ser que comete errores, ser con púas...
Ahora mira a tu alrededor. ¿Ves las púas de los demás?
Una rosa tiene espinas; sólo hay que saber tratar con ella para no pincharte, pues ella, no desea hacerlo...
Tú tienes púas. Conviértete en rosa. No luches por la perfección, pero sí por saber convivir junto a la imperfección...
Pues no hay mayor virtud que la del perdón y ser perdonados... No hay mayor virtud que la de saber convivir con los defectos de los demás y los nuestros...
Aguilucho.
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