Érase una vez un escarabajito llamado Eskay, vivía en el patio de un colegio, y todos los días a la hora del recreo se sentaba a la sombra de las margaritas a ver jugar a los niños y niñas que allí estudiaban.
A Eskay le gustaba mucho ayudar a su mamá con los recados, pero como en el camino se entretenía a ver los divertidos juegos de los alumnos de colegio, se le olvidaba lo que tenía que hacer y no encontraba la forma de recordar qué le había dicho su mamá. Así que, cada vez que volvía a casa le reñían por no haber hecho nada de lo que le habían dicho.
Una mañana mientras observaba a los niños, escuchó como una niña le contaba a su amiga que tenía problemas de memoria y se sintió muy identificado con ella. La niña contó a su amiga que a partir de ese momento, cada vez que tuviese que hacer algún recado, se pintaría una pequeña rayita en la mano y que cuando la viese recordaría automáticamente qué tenía que hacer. Y esto le dió una gran idea a Eskay.
Al día siguiente la mamá del escarabajo, le dijo que fuese a buscar unas hojitas verdes para hacer una ensalada, y de pronto se acordó de que había escuchado algo para solucionar su problema de memoria, pero no recordaba muy bien qué era lo que tenía que hacer, así que dispuesto a no olvidar el recado de ese día salió de casa diciéndose a sí mismo:
-Ensalada…, ensalada…, que rica la ensalada...
Pensaba, y pensaba por el camino cuál era la solución a los problemas de memoria que aquella niña había inventado. Tan pensativo estaba en aquel momento, mientras buscaba las hojitas verdes, que de repente ¡ZAS!, tropezó con un rotulador. Era grande, alargado y verde.
- Este invento es del mismo color que las hojas para la ensalada que necesito
encontrar. Pensó el pequeño escarabajo.
-¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡He recordado lo que tenía que hacer para no olvidar las cosas! Gritó Eskay entusiasmado.
Y empezó a pintar la concha de su espalda de color verde para no olvidarse de que tenía que buscar las hojas para la ensalada, cuando terminó se paró a ver jugar a los niños y niñas como cada mañana, pero esta vez estaba absolutamente convencido de que no se le olvidaría el recado que tenía que hacer.
Cuando sonó la sirena que avisaba del fin del recreo, Eskay vió que su cuerpo era totalmente verde, y sabía lo que eso significaba, tenía que ir a por las hojas para la ensalada ¡No lo había olvidado!
Cuando llegó a casa con las hojitas su mama se puso muy contenta, su hijo había hecho muy bien el recado, pero había algo que no lograba comprender ¿Por qué su espalda era de color verde? El pequeño Eskay contó a su madre la idea de aquella niña que jugaba en el recreo, y la mamá se sintió muy orgullosa de su hijo, era un chico muy responsable porque había encontrado solución a su problema de memoria.
Si, señores y señoras…
Era un escarabajo muy responsable… y verde.
A Eskay le gustaba mucho ayudar a su mamá con los recados, pero como en el camino se entretenía a ver los divertidos juegos de los alumnos de colegio, se le olvidaba lo que tenía que hacer y no encontraba la forma de recordar qué le había dicho su mamá. Así que, cada vez que volvía a casa le reñían por no haber hecho nada de lo que le habían dicho.
Una mañana mientras observaba a los niños, escuchó como una niña le contaba a su amiga que tenía problemas de memoria y se sintió muy identificado con ella. La niña contó a su amiga que a partir de ese momento, cada vez que tuviese que hacer algún recado, se pintaría una pequeña rayita en la mano y que cuando la viese recordaría automáticamente qué tenía que hacer. Y esto le dió una gran idea a Eskay.
Al día siguiente la mamá del escarabajo, le dijo que fuese a buscar unas hojitas verdes para hacer una ensalada, y de pronto se acordó de que había escuchado algo para solucionar su problema de memoria, pero no recordaba muy bien qué era lo que tenía que hacer, así que dispuesto a no olvidar el recado de ese día salió de casa diciéndose a sí mismo:
-Ensalada…, ensalada…, que rica la ensalada...
Pensaba, y pensaba por el camino cuál era la solución a los problemas de memoria que aquella niña había inventado. Tan pensativo estaba en aquel momento, mientras buscaba las hojitas verdes, que de repente ¡ZAS!, tropezó con un rotulador. Era grande, alargado y verde.
- Este invento es del mismo color que las hojas para la ensalada que necesito
encontrar. Pensó el pequeño escarabajo.
-¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡He recordado lo que tenía que hacer para no olvidar las cosas! Gritó Eskay entusiasmado.
Y empezó a pintar la concha de su espalda de color verde para no olvidarse de que tenía que buscar las hojas para la ensalada, cuando terminó se paró a ver jugar a los niños y niñas como cada mañana, pero esta vez estaba absolutamente convencido de que no se le olvidaría el recado que tenía que hacer.
Cuando sonó la sirena que avisaba del fin del recreo, Eskay vió que su cuerpo era totalmente verde, y sabía lo que eso significaba, tenía que ir a por las hojas para la ensalada ¡No lo había olvidado!
Cuando llegó a casa con las hojitas su mama se puso muy contenta, su hijo había hecho muy bien el recado, pero había algo que no lograba comprender ¿Por qué su espalda era de color verde? El pequeño Eskay contó a su madre la idea de aquella niña que jugaba en el recreo, y la mamá se sintió muy orgullosa de su hijo, era un chico muy responsable porque había encontrado solución a su problema de memoria.
Si, señores y señoras…
Era un escarabajo muy responsable… y verde.
Alguien me dijo una vez (no, no es eso que todos estais pensando), que las mejores historias surgen de nuestras vivencias más cercanas, de lo que sentimos, de nuestra propia historia...
¿De qué color es vuestro rotulador de recordar?
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